Opinión

¡Y EL CORONAVIRUS NOS CAMBIÓ LA VIDA!

La situación que vivimos hoy por la pandemia del Coronavirus ha trastornado el mundo al borde de paralizar la economía casi en su totalidad, y probablemente, nadie prevé un futuro promisorio.

Este panorama que parece extraído del guión de una película apocalíptica o del episodio más sorprendente de Black Mirror, ha llevado a que millones de personas se vean obligadas a quedarse encerradas en casa, mientras a otras tantas, las ha obligado a salir arriesgando sus vidas, aun sin pertenecer a sectores de primera necesidad como los médicos, policías, farmacéuticos, entre otros tantos héroes que están obligados por su profesión.

Pero seamos honestos, solo los necios salen de casa sin necesidad en medio de una situación como esta, los prudentes que deben salir, se han visto obligados por razones económicas, bajo la ya famosa pregunta: ¿Morir de COVID o morir de hambre?

NUEVA NORMALIDAD

Este concepto, considerado por muchos como conformista, pero que para otros representa un salto exponencial en materia tecnológica, ha traído consigo modalidades como el teletrabajo, conferencias virtuales y teleconsultas, que antes eran reservadas exclusivamente para emprendedores o profesionales autónomos, pero que hoy han penetrado hasta en los modelos de negocios que dependen del contacto físico con el cliente para su funcionamiento y mantener el flujo de caja.

La ‘new normal’ también ha impactado el sistema educativo, al punto de que a la fecha, no hay un panorama claro sobre el inicio del nuevo año escolar, y es que mientras muchos padres preferimos que nuestros hijos completen este año de forma virtual, para proteger sus vidas y las de sus familias, no todos corren con la dicha de contar con las herramientas necesarias, incluyendo quienes quizás puedan asumirlo en relación a lo material, mientras no así, en cuanto a las responsabilidades que implica, convertirnos más allá de padres o tutores, en asistentes remotos de los maestros.

Pero el cambio es más profundo de lo que hemos conversado hasta ahora, porque llega incluso hasta modificar nuestros hábitos más cotidianos como: tener siempre presente la mascarilla, traer siempre a mano alcohol o gel antibacterial, y ni hablar de la burocracia para llegar a nuestras casas, hasta las compras del supermercado son cosas del pasado y hemos cambiado de la visita física al ‘Delivery’, hasta el punto de que desconocidos, que no saben si preferimos el guineo maduro pinto o sin manchas, son quienes eligen por nosotros los productos que vamos a consumir.

Ni hablar del destino de las plazas comerciales, restaurantes, cines, bares, áreas de entretenimiento infantil, salones de belleza y un largo etcétera de categorías de negocios que hoy están vacíos, cerrados temporalmente, trabajando solo a domicilio o que ya han anunciado cierre definitivo, causando que más de 700 mil trabajadores formales e informales estén suspendidos, desempleados o parados, desde que se adoptaron las medidas restrictivas.

Y es que para bien o para mal, el Coronavirus nos cambió la vida y nos ha obligado a reinventarnos, ser creativos, innovar como país y asumir entre todos esta singular realidad.

Hoy se hace más importante un Gobierno de Unidad Nacional que apoye las decisiones de la administración que encabezará el Presidente Luis Abinader para poder sortear esta situación, prepararnos para el futuro que nos espera y beneficiarnos como sociedad del cambio que requieren los tiempos.

Para algunos puede resultar complicado tener esperanzas, pero Dios no nos dejará solos y nos guiará hasta un futuro prometedor.